El Nuevo Herald
Guillermo Descalzi
2 April 2012
El Papa llegó a Cuba con el evangelio del amor. Se necesita fuerza para amar a los desdichados, excluidos, marginados, pisoteados, perseguidos y rechazados. Hay que ser fuerte para darles amor manifiesto en acciones y obras. Las acciones y obras de Benedicto en esta visita ponen de relieve la apertura del régimen a la iglesia católica, y la de la iglesia al régimen. Benedicto llegó con discreta cortesía para los hermanos Castro.
Mientras el Papa decía que Cuba debe ser “casa de todos y para todos los cubanos, donde vivan la justicia y la libertad en un clima de serena fraternidad”, las autoridades implementaban una campaña represiva diseñada exclusivamente para la visita papal. La burla fue pública. Quienes no la vieron es porque no la quisieron ver. Las detenciones de disidentes continuaban mientras Benedicto se reunía con Raúl y Fidel. Se reprimía a los activistas de derechos humanos. Unos fueron detenidos en comisarías. A otros se les impidió salir de sus casas. Sus teléfonos celulares quedaron sin señal. La represión incluyó, o mejor dicho excluyó, a las Damas de Blanco. Habían solicitado unos minutos con el papa. Fueron excluidas de la lista de audiencias privadas.
Benedicto pidió libertad y cambio. Su pedido, leído desde el púlpito en lenguaje formal y poético, hace que uno se pregunte donde habría creído que estaba. Leía mientras el régimen oprimía. Usaron a la iglesia y el papa. Eso es lo que hicieron los hermanos Castro. El papa habló de amor, paz, cambio y tolerancia. El régimen respondió con cachetada al rostro. Benedicto parece no haberla sentido. Quizás ni siquiera se dio cuenta de ella, entretenido como estuvo con la presentación y la actitud obsequiosa del cardenal Ortega y Alamino en su doble condición de representante del papa en Cuba y representante sin cartera del régimen ante su santidad.
Se acercaba la Pascua Florida , cuando Jesús en su última cena lavó los pies de sus apóstoles. La visita papal fue usada por el gobierno para lavarse la cara. Jesús fue crucificado, muerto y sepultado. Al tercer día resucitó. La crucificada y sepultada libertad en la isla está, tras la visita de Benedicto, todavía lejos de su resurrección. Su sepulcro ha sido blanqueado con la visita del Papa. El gobierno debe estar encantado. Oswaldo Payá escribió “de ellos y a nombre de ellos, los que no han tenido voz, sólo desprecio y represión… ellos son los que defienden la reconciliación, la paz y la libertad… A ellos los han excluido”. Fueron excluidos con la aceptación tácita del primer incluido del catolicismo en la isla, el cardenal Ortega, incluido por el régimen para propósitos del régimen. Mal servicio le hizo el cardenal a Su Santidad. La exclusión de las Damas de Blanco debe y tiene que haber pasado por sus manos. Mientras tanto, en una actividad simbólica, una flotilla del exilio a doce millas de La Habana lanzó fuegos artificiales que el papa seguramente no vio, y de los cuales quizás ni se enteró.
Después de la visita se escribió que “Benedicto XVI hizo una discreta crítica al régimen… señalando que la búsqueda de la verdad por parte del hombre puede llevar a algunos a la irracionalidad y el fanatismo, encerrándose… en su verdad”. Lo siento. La represión en Cuba no es una posibilidad. Eso de que puede llevar a la irracionalidad es como decir que en el infierno puede haber calor. Es una espantosa distorsión de los hechos. Hace que la discreta crítica al régimen resulte como el discreto encanto de la burguesía, tan preocupada por apariencias y tan vacía de realidad.
El surrealismo en esta visita ha sido más extraño que en una ficción. La Iglesia y el gobierno se felicitan. Consideran que todo fue un éxito. Han logrado lo que buscaban. El régimen consiguió el aval tácito del Vaticano en su transición al nuevo socialismo. El cardenal aseguró para sí un rol en la isla del mañana. Monseñor Thomas Wenski, arzobispo de Miami, y los exilados de Florida que viajaron con él, probaron que el catolicismo puede mediar para que el exilio viaje a Cuba sin entrometerse en su política. Es todo muy irónico. El Papa se fue contento, habiendo recibido de Raúl respuesta positiva a un pedido de declarar feriado el viernes santo. ¿Por qué el Papa no le pidió que libere disidentes específicos, con nombres y apellidos? Los presos siguen donde están y en la isla todo ha vuelto a su normalidad. Ite, misa est . Idos, la misa ha terminado.