Manny García-Tuñón
Pequeños Negocios
2 April 2012
El Nuevo Herald
Mi esposa Helin y yo compartimos muchas experiencias culturales. Los dos nacimos en Miami, hijos de padres cubanos que emigraron a los Estados Unidos como jóvenes después de que Fidel Castro tomara el poder a la fuerza y convirtiera a la idílica isla en un estado comunista. Ninguno de los dos tenemos familia en Cuba y nunca habíamos considerado viajar a la isla mientras los cubanos siguieran sufriendo bajo el comunismo. Pero Helin y yo también compartíamos la misma penosa duda. Como muchos miembros de nuestra generación que nacimos en el exilio y nunca nos hemos sentido lo suficientemente americanos para ser americanos o lo suficientemente cubanos para ser cubanos, siempre nos sentimos robados de la auténtica experiencia cubana y nos preguntábamos, “¿Somos cubanos o americanos?” Crecí pensando que yo era un “cubanoamericano,” pero, ¿existe esto en realidad? La semana pasada recibimos juntos la respuesta a nuestra pregunta.
El lunes 26 de marzo a las 10:00a.m., el segundo de dos aviones alquilado por la Arquidiócesis de Miami con 310 peregrinos viajando para asistir a las misas papales en Cuba aterrizó en Santiago – esa legendaria tierra donde el papá de Helin, que falleció hace cuatro años, había nacido. Helin y yo estábamos en ese avión. Cuando el avión tocó tierra yo la cogí de la mano mientras ella sólo miraba por la ventana. Entonces, finalmente, se viró y me dijo “de verdad existe…”. “Sí” le dije con compasión. Cuba, la Tierra de Nunca Jamás de nuestra generación, realmente existe.
Para nosotros, el viajar con nuestra Arquidiócesis de Miami como peregrinos de la histórica visita de Benedicto XVI, era la justificación para hacer el viaje. Las emociones que Helin y yo experimentamos juntos en Cuba fueron de la felicidad a la tristeza y del furor a la alegría. Nos unimos a los fieles que aplaudían y cantaban mientras el Santo Padre llegaba a celebrar las misas – ¡muchos sabían todas las canciones y las respuestas! Nos quedamos sin palabras al ver que muchas de las mismas personas aplaudieron cuando llegó su dictador. Nos reímos. Lloramos. Rezamos mucho. Mi primo, que también estaba en la peregrinación de Miami, les decía a todos los que conocía “recuerda que somos hermanos”. Ellos también se rieron. Lloraron. También rezaron.
Hablamos con la gente que conocimos en las calles. Les hacíamos preguntas, compartimos nuestro testimonio y aprendimos mucho. Una cosa muy importante que aprendimos es que la mayoría de los cubanos en la isla simplemente no sabe ser libre. Piensan que “los derechos” son algo que el gobierno da y quita al pueblo. No tienen noción de que sus derechos son inalienables, dados por Dios, y por lo tanto, que nadie se los puede arrebatar —especialmente su libertad. No entienden que ellos son libres, porque nacieron bajo un sistema que les ha quitado su “expresión de la libertad”, pero no su libertad. Y no su dignidad como seres humanos. Eso les pertenece. Únicamente, ellos no lo saben.
Nos dimos cuenta de que el Arzobispo de Santiago de Cuba es un verdadero pastor de los cubanos dentro y fuera de la isla. En su mensaje en la Plaza de Antonio Maceo, el Arzobispo Primado dijo: “El proceso de alcanzar estos ideales nunca termina, también hoy estamos empeñados en conseguir que el bienestar y la justicia lleguen a todos. Somos un solo pueblo pero con diferentes criterios en cuanto al camino para buscar un futuro mejor. A lo largo de nuestra corta historia, este hermoso empeño se ha visto oscurecido por los egoísmos, la incapacidad de diálogo y de respeto al otro, la presencia de intereses ajenos a los nuestros, la exclusión y la intolerancia, hasta llegar a ser irreconciliables, en vez de buscar las coincidencias que nos animan a caminar juntos. Hemos llegado a la violencia entre cubanos, que hace sufrir a todos, no beneficia a nadie, hiere la dignidad y dificulta el verdadero desarrollo material y espiritual de nuestro pueblo. Es necesario superar las barreras que separan a los cubanos entre sí. Este es un deseo querido por todos y que escuchábamos diariamente en forma de súplica cantada durante la misión con la Virgen en preparación de este Año Jubilar: ‘Todos tus hijos, a ti clamamos, Virgen Mambisa, que seamos hermanos’”.
Aprendimos que la realidad y los conflictos ideológicos de Cuba son hoy tan complicados como lo han sido siempre y también así son los recuerdos de los que mucho han sufrido. Como resultado de nuestro viaje, hemos aprendido a honrar y respetar, más profundamente que nunca antes, esos recuerdos y los sacrificios de nuestros padres y abuelos. Nunca podremos pagarles por lo que hicieron en el pasado.
Quizás lo más importante que aprendimos es lo agradecidos que tenemos que estar por ser quienes somos y tener lo que tenemos. Estamos agradecidos a nuestro país, los Estados Unidos de América por brindarnos la expresión de libertad que es negada a otros. Les agradecemos a nuestros padres y abuelos el hecho de que, aunque Helin y yo no pudimos vivir en Cuba, no perdimos nada de la auténtica experiencia cubana – aun en Miami.
Sí, como la legendaria Cuba nosotros, los “cubanoamericanos”, existimos y tal vez, sólo tal vez, somos los llamados a ayudar a nuestros hermanos en la isla a comenzar algo nuevo y ese futuro mejor.
Manny García-Tuñón es el presidente de Lemartec, una firma internacional de diseño y construcción radicada en Miami, Florida.manny@mgtunon.comwww.unosminutosconmanny.com
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